Blog

Recibimos la Orden a la Democracia del Congreso de la República

  |   La película   |   No comment

Bogotá, 5 de diciembre 2018

 

Quiero agradecer infinitamente a la senadora Paola Holguín y al representante a la Cámara Juan Fernando Espinal: ¡gracias por este bello reconocimiento! A Yule Balambá por toda la organización y a todos los que hicieron este encuentro posible. No solo me hacen el honor de su presencia, también me regalan el gozo de sentir que mi trabajo hecho con amor ha llegado a este espacio donde a través de sueños y palabras se crea y teje, día a día, la realidad viva, grande, diversa, compleja y maravillosa que llamamos Colombia. Gracias a todos por estar hoy aquí y a mi familia, mi aliada y coproductora de sueños realizados y por realizar.

 

 

Victor Kosavoksi, director de cine ruso dice: “No se le ocurra hacer cine, hacer una película, con la idea de que quiere cambiar el mundo… Si quiere cambiar el mundo sea médico, abogado, o quizás congresista. Haga una película que esté seguro lo va a transformar a usted. Y si tiene casi todas las respuestas de su película ya resueltas, tampoco la haga, ¿para qué? Haga una película que le despierte muchas preguntas para que se encuentre con las sorpresas y los tesoros de lo desconocido”.

 

Quiero entonces invitarlos a una breve travesía de preguntas que me habitaron en el proceso de co-creación con Jericó, el infinito vuelo de los días, que en su fecundidad permanecen y me acompañan preparando nuevos caminos. La primera pregunta que me hice, y la menciono para poner en contexto a quien no se ha visto la película se la hice a mi consultora creativa: ¿Quién se va a interesar por un grupo de viejitas en un pequeño pueblo?

 

Yo quería, desde hacía mucho tiempo, habitar los espacios íntimos del espíritu femenino en el pueblo de Jericó. Un lugar que había sembrado en el corazón de nuestra familia, con sus traviesas y divertidas historias de infancia, nuestra tía abuela Ruth Mesa. Quería dejar un documento de memoria, una celebración, un homenaje, un canto de amor a toda una generación de mujeres transmisoras de alegría, musicalidad, oralidad, humanidad, sentido y fe. Mi consultora me dijo: “Hazlo por ti y por la vida”. Y así validó mi intención y me lanzó a la aventura. Llegué a Jericó y tuve la fortuna de reunirme con más de 25 mujeres, una más maravillosa que la otra. Cada una revelando un color diferente de ese hermoso caleidoscopio del espíritu femenino de mi cultura de origen.

 

¿Cómo una pequeña historia local hecha para Jericó conmueve a audiencias en culturas tan diferentes? Otra pregunta que me hacía cuando era invitada a acompañar a las audiencias en los festivales de diferentes países, viendo las voces de Chila, Fabiola, Licinia traducidas al hebreo, al polaco, al inglés, al francés… Emocionada, sintiendo a la gente reírse en los momentos en que yo había reído y llorar en los momentos que yo había llorado. Creo que la respuesta está en la conmovedora presencia de las protagonistas que revela la ESENCIA de su energía femenina, esa energía que nos habita tanto al hombre como a la mujer, energía universal, que ellas hacen visible a través de sus palabras, sus historias y sus espacios y desvelando su estado íntimo de SER en el mundo. Un estado de total dignidad que integra su dolor y humor, su fragilidad y valentía, su ternura y coraje, su sombra y luz. Un estado sensible, humilde, receptivo y bondadoso con la vida, donde se revela en lo más cotidiano y lo más simple del día a día, una dimensión trascendente, yo diría infinita.

 

El encuentro más conmovedor, debo decirlo, ha sido con el público colombiano en el extranjero. Al levantar sus manos para hacerme preguntas, largos silencios seguían, la voz se demoraba para sobrepasar la emoción. Muchas veces era mi voz que no lograba salir después de sus testimonios de vida, amor y nostalgia por Colombia: “vi a mi abuela, a mi madre, a mis hermanas. En sus imágenes me reconozco, gracias por traernos esta mirada de Colombia”.  ¡Pero yo nunca tuve la intención consciente ni la pretensión de hacer una película para vehicular “otra mirada” y menos de Colombia, un territorio tan vasto: cinco regiones, selva, desierto, cordillera, océano, mi tierra incógnita. Yo solo hablaba de un pueblo, de una generación, de ocho historias de mujeres, y, sin embargo, el comentario era recurrente y este me entregó otra pregunta de la cual hoy soy mucho más consciente: ¿Cuál y cómo es mi mirada? ¿Qué lente elijo para observar la realidad?

 

Al filmar, como cineasta – camarógrafa estoy constantemente decidiendo el lente con el cual filmar: ¿Quiero el lente de 50mm que se asemeja a la visión humana?, ¿el de 35mm que me amplía la visión?, o al contrario ¿uno de 100mm macro para concentrarme solo en los detalles?, ¿quiero un zoom para que me acerque la mirada a algo aun estando a distancia? La pregunta de qué lente elijo, agudiza mi conciencia para saber que soy responsable por la calidad y la naturaleza de mi mirada. Debo limpiar los lentes frecuentemente para poder acoger la vida de la manera más transparente posible.

 

¿Pintó usted las casas de colores? Me preguntó un señor en Toronto incrédulo de la veracidad de los colores de Jericó. Esta pregunta fue otra que me acompañó a lo largo de la difusión de la película, me la hicieron muchísimas veces. Nuestros pueblos coloridos no son concebidos como una realidad en otros lugares, allí son percibidos como una paradisíaca ficción.

 

¿Las mujeres son actrices profesionales? Cuando terminé de editar la película con Loíc Lallemand, no sabíamos si habíamos editado un documental o una película de ficción. CineColombia clasificó la película como Documental- Drama- Humor, en todas las sinopsis apareció como umbral entre documental y ficción. Yo había elegido los lugares, dirigido la fotografía, coreografiado los encuentros y recorridos, seleccionado cuidadosamente la música, pero la voz, la memoria y las historias eran ellas. Yo solo estaba al servicio de la emergencia de su ser.

 

Si está comprobado que el cerebro no hace ninguna diferencia entre la memoria de una ficción y la memoria de un hecho real. Si inmediatamente después de que vivimos algo, comenzamos a fabricar una interpretación, una edición, una narración y esta narración será luego la realidad que guardamos en la memoria, ¿dónde está la frontera indecisa, entre la realidad y la ficción? Para mi es una pregunta muy poderosa, porque despierta y estimula mi discernimiento y mi conciencia de saber que yo no soy pasiva en la experiencia de lo real. Como lo dice la física cuántica, soy constantemente co-creadora de la realidad, solo observándola, solo teniendo una intención, tengo el poder y la responsabilidad de co-crearla, decidiendo a qué historias, contenidos y narrativas les entrego o no mi atención.

 

Hoy quiero seguir filmando a Colombia, quiero encontrarme con su alma. A todos los que co-creamos con ella desde cualquier profesión, los invito primero a limpiar bien el lente, de pasados, de interpretaciones caducas, de narrativas estancadas. Recomiendo no elegir una focal macro que nos limite nuestra atención al adversario, la violencia y la sombra. NO. Elegiría un lente de 24 o 35 mm que nos amplíe la mirada, que nos permita ver un panorama vasto donde la sombra que hace parte de la vida baile con los aliados, con los recursos, las posibilidades, la imaginación, la poesía y la belleza.

 

Si nuestra energía femenina nos guía a sentir nuestro estado de SER, si nuestro estado de ser y nuestro lente, determina la calidad de nuestra mirada, si nuestras interpretaciones, las narrativas y las ficciones a las cuales les damos nuestra atención serán las que crean nuestra realidad, ¿cómo podemos afinar nuestra atención, nuestra capacidad de crear, elegir y transmitir historias que sean una fuerza de bendición para nuestras vidas y para nuestro espacio vital, común y en constante devenir que llamamos Colombia? ¡Una nueva Pregunta!

 

¡Gracias!

 

Catalina Mesa.

No hay comentarios

Publíca un comentario